Y Vicente se disfrazó de Pep
PORQUE me cuentan que Guardiola disfruta ya de su año sabático amueblando su apartamento en Nueva York mientras le llueven los cantos de sirena –el último procedente de Múnich– y él se espatarra en el sofá viendo la Eurocopa, porque, si no, a uno le dio la impresión de que en la matinal del martes, en una rueda de prensa programada, y calculada, de madrugada, aPep le salió bigote yun gesto adusto revestido de un mensaje con destinatario y sin aristas, que es el modo en que irrumpió Del Bosque, tipo amable y conciliador, ante la prensa, que en segundos y durante horas lanzó flechas al seleccionador español a diestro y siniestro.
Ahora el problema es el estilo, venerado tiki-taka que lanzó a la fama a una selección otrora derrotada de antemano y cuyos propietarios del banquillo –llámense Clemente, Sáez e incluso Aragonés– siempre fueron acuchillados bajo los idus estivales por una lucha de egos bajo el micrófono y el pincel. Fue plantarse España en cuartos y renegar del modo en que se logró el fin, lo que desembocó en una crisis de urgencia en el vestuario que condujo a Del Bosque a departir con sus futbolistas –a los que reprendió por no festejar el pase como mandan los cánones– acerca de qué fallaba. Y consensuaron el mal: la profundidad. Hubo quienes solicitaron al míster perseguir una mayor vocación de ataque restando una pieza del doble pivote pero no está Vicente por la labor, no vaya a ser que el decapitado sea Xabi Alonso y entonces ya la caverna centralista pida unánimemente que le corten la cabeza. Porque, que nadie se engañe, la matriz del entuerto solo es una: que España huele a barcelonismo.
Y vale que la gesta de Sudáfrica sirvió para enardecer los tintes patrióticos pero hasta ahí, que el fin de ciclo urge para pintar de blanco un edificio al que solo arropan en un desplazamiento así 6.000 aficionados –de un país de 46 millones de habitantes– en cada partido, la tercera parte de lo que mueve Croacia. Frunció el ceño Vicente y se atusó el mostacho antes de intervenir personalmente, como aquella vez en que Guardiola aludió a su país chiquitín demandando apoyos o cuando aludió al "putoamo"de la sala de prensa del Bernabéu para arengar a sus propios jugadores. Preparó Del Bosque bien el recado, sin levantar la voz pero sin bajar el tono, trasladando contundencia, llevando el control comunicativo y difundiendo la sensación que más le interesaba con el objetivo de blindar al equipo de las agresiones externas, marcando la línea que divide los territorios, reivindicándose y enarbolando la credibilidad de un grupo solo discutida por un interés ajeno a la pelota. ¡Cuántas veces habló Pep de cómo el culé tenía la barriga hinchada!De la poca paciencia, de la exigencia, de las maniobras orquestales en la oscuridad... Y, desde luego, al salmantino le llueven a borbotones.
La última tiene como protagonista aFernando Llorente. Cuentan desde la central lechera españolista, que a la postre es semejante a la madridista, que el león anda cabizbajo, y aún más, que se encuentra psicológicamente "hundido" –textual– en Polonia porque siente que Del Bosque no tiene ninguna confianza en sus prestaciones en un torneo donde el punta partía con tremendas expectativas futbolísticas y personales, y donde sin embargo su contador de minutos disputados sigue a cero. De ser verídico, la sensación solo puede salir del propio futbolista; y de no serlo, consistiría en un capítulo más de este serial, culebrón, de acorralamiento hacia el estatus de Vicente, a quien, si el cuento acaba con final ingrato, no tardarán en echarle en cara que faltaRaúl, que Xavi estámayor y que Shakira es una mala influencia en el ambiente. Quizás en Manhattan tenga una habitación libre.
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