En puertas de plantarse en la final de la Eurocopa en busca de reeditar el título -tercera contando la del Mundial de 2010-, resulta que afloran aficionados merengues que no harían ascos a un triunfo portugués porque ello supondría que Cristiano Ronaldo tocaría con la punta de los dedos el Balón de Oro. Pero es que asimismo asoman hinchas culésque se afilian ahora al astro de Madeira porque su sentimiento dista bastante de la denominada pasión roja. Y, para colmo, a nadie se le escapa en medio de semejante amalgama de filias y fobias que este España-Portugal es lo más parecido a un Barcelona-Madrid. En primer lugar, porque sobre el césped las señas de identidad de la vigente campeona se identifican con el tiki-taka que preconizó Aragonés y mejoró Guardiola en su versión esplendorosa; y después, porque la tropa de Bento pulsa al ritmo de la propuesta de Mourinho: galopada, pegada y gol, bajo la bandera del futbolista más odiado al otro lado del puente aéreo.
O lo que es igual, el fútbol de trazo fino y posesión frente al vertical y vertiginoso. Teoría y práctica donde la selección española se abraza a los antecedentes, ya que los números dicen que nunca falla cuando ha disputado una semifinal en un torneo de alta alcurnia. Además, solo ha hincado la rodilla en tres de sus 47 últimos partidos entre el Campeonato de Europa y el Mundial -41 de ellos bajo el signo del triunfo- y enlaza diez encuentros sin perder en fases finales de la Eurocopa, que se extienden hasta 18 compromisos oficiales en todas las competiciones desde que Suiza le sorprendiera en el estreno mundialista. La estadística del presente campeonato tampoco lleva a engaño, ya que los españoles dominan prácticamente todos los apartados, y de nada sirve aquel antecedente amistoso de noviembre de 2010 donde los lusos le golearon por 4-0. Simplemente, de aviso.
Tiene claro Del Bosque que "estamos ante la cita más importante de nuestra vida. Queremos la final y ganar la Eurocopa", mientras pide pasapalabra cuando le aluden a si la presencia de CR7 o las críticas recibidas le conducirán a retocar, ligeramente, el libreto: "Nos hemos pasado la vida buscando un estilo y ahora que lo hemos encontrado no nos gusta. Estamos disconformes con todo". Nada invita a cambios en el once respecto al combate ante Francia, donde al equipo le bastó con jugar andando para batir a un oponente que lo hizo sentado, de forma que Fàbregas partiría de nuevo de salida en detrimento de Torres y, solo de ir la historia torcida, irrumpirían en el campo las variantes: desde Pedro y Navas, que se han reivindicado en los escasos minutos que han disputado, hasta El Niño o Llorente. Sí, el león, clave a la hora de quebrar el equilibrio en el envite de Sudáfrica. Continúa el rojiblanco con el contador a cero, aunque Soldado, que ni siquiera llegó a entrar en la lista de expedicionarios, le mandó un recado recientemente: "Ya me gustaría estar allí, aunque sea en el banquillo".
Mientras, Cristiano se ha dejado oír los días previos desautorizando a quienes se quejan de que España puede acusar el físico al gozar de dos días menos de descanso -puede aplicarse el cuento durante la temporada, cuando habla de los distintos raseros en el calendario- y presentándose como líder y héroe de la Eurocopa desde que la tormenta de reproches desatara su furia. Ciertamente, se ha destapado a lo grande. Enfrente tendrá a Casillas, que sabe de sus violentos golpeos y que suma 299 minutos sin recibir un gol, amén de no haber encajado ninguno en las ocho eliminatorias más recientes. Y también a Arbeloa, a quien Del Bosque ensalza siempre que puede para rebatir los comentarios negativos que se han vertido acerca del lateral y sus visibles carencias ofensivas. Ya supo taponar a Ribéry, y aunque el portugués es de otro calibre, se trata de un defensa puro con buen sentido táctico, esfuerzo y calma. A los técnicos españoles les preocupa más cómo echar abajo la muralla que forman en el eje Pepe y Bruno Alves, o no dejarse sorprender por un Nani capaz de buscar las cosquillas al menor descuido.
Portugal ha sido una montaña rusa en el campeonato. Primero, tuvo que sobreponerse a los comentarios del exseleccionador Carlos Queiroz, que calificó de "circo" todo lo que rodeaba a la selección; después, a la lluvia de ataques por la frágil competitividad ante Alemania y Dinamarca; y, con todo resuelto, a la bronca entre Quaresma y Lopes en un entrenamiento; además del ingreso del mítico Eusebio en un hospital de Poznan. El lado positivo lo plasma su juego efectista y efectivo, que se sustenta en un esquema repetido reiteradamente y cuya alineación no varía un ápice, y no lo hubiese hecho tampoco hoy de no haber mediado la lesión de Postiga, que será sustituido por Almeida. La elección del árbitro turco Cuneyt Cakir ha levantado ampollas en suelo lusitano, donde la prensa asegura que la Federación Portuguesa de Fútbol sospecha de su parcialidad, basándose en las estrechas relaciones entre Villar, el presidente del Comité de Árbitros de la UEFA Pier Luigi Collina y el vicepresidente de este mismo órgano, el turco Erzik, a la postre director de mercadotecnia de Unicef, quien llegó al acuerdo que relaciona a la ONG con el Barcelona.
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