lunes, 19 de diciembre de 2011

Síndrome de antimadridista por Juanma López Iturriaga

19 Dic 2011

Síndrome de antimadridista

Escrito por: juanma-iturriaga el 19 Dic 2011 - URL Permanente

Definitivamente, padezco del síndrome del antimadridista. Ya lo sospechaba cuando desde hace un año y medio no disfruto del Florentiniato y el Mourinhismo como debería. Pero ahora mis síntomas ya son inequívocos, pues me lo paso bien viendo a este Barcelona, y reconozco mi admiración hacia su estilo, talento, talante, elegancia, competitividad, humilidad y ambición. Carlos Boyero decía el otro día en la SER que a él le gusta más el fútbol que las afiliaciones incondicionales a un club, lo que probablemente y sin saberlo todavía, le hace sufrir del mismo síndrome.

A mí también me gusta el fútbol. Me apasiona desde niño, cuando, mientras me veía en sueños marcando goles en San Mamés, me escondía debajo de la mesa del salón para poder ver al Brasil del Mundial 70, que me tenía enamorado. Lo mismo que Cruyff, que me hizo llorar de rabia cuando perdió la final del Mundial 74 ante esos alemanes que estaba seguro que debajo de su piel se escondían implacables robots tipo Terminator. Disfrutando como un niño shico que dirían un sevillano, me hice fan del Brasil del 82, de la Francia de Platini y Tigana, de la Quinta del Buitre (la noche de Eindhoven no la olvidaré en la vida) del Dream Team del Barça, del Milán de Sacchi, a la Holanda de Van Basten o del primer Madrid de los Galácticos. Gocé de sus exhibiciones y sentí sus derrotas como propias, sobre todo si era ante equipos que entendía que trataban el fútbol peor que ellos. A veces, esos equipos, a los que no podía hacer otra cosa que engancharme, pasaban por encima de mis preferencias naturales. Ni por esas pude sentir rencor hacia ellos. Ni siquiera con el Milán de Sacchi, causante directo que mis admirados Buitre, Michel, Sanchis, Martín Vazquez, Gordillo y compañía no se llevasen una merecida Copa de Europa a casa.

Ahora me vuelve a ocurrir con esa máquina de precisión, con ese mecanismo de relojería suiza, con esa banda de seres de reducida talla física y descomunal grandeza futbolística en la que Guardiola ha convertido al Barcelona de los últimos tres años y medio. Han sido ya muchos los partidos en los que he lamentado que se terminasen, en los que sus combinaciones de escuadra y cartabón me resultaban un auténtico placer, en los que caía rendido del mismo hechizo que creo que provocan en la mayoría de sus contrarios, que al final se convierten en meros espectadores de su arte. Estando compartiendo terreno de juego, terminan teniendo las mismas posibilidades de hacerse con el juguete más preciado (el balón) que cualquiera que está sentado plácidamente en el salón de su casa viendo el partido por la televisión.

Declarar esto con respecto al Manchester United pues no tendría ninguna significación, pero estoy hablando del Barça, lo que rápidamente te convierte en sospechoso de poseer el síndrome del antimadridista. Eso de dar más importancia a la pelota que a la camiseta, eso es una herejía donde las haya. Pero creo que eso es lo que hago. Cuando aparecen equipos de este pelo, me importa bien poco quienes son y de donde vienen. Desearía que fuesen MIS equipos, aquellos a los que me unen más lazos afectivos, pero el que no lo sean no hace mella importante en mi capacidad de disfrutarlos. Sospecho que es un defecto, pues tengo la intuición que formo parte de una minoría. Para más inri, no sólo me ocurre en mis preferencias futbolísticas, sino que mi baloncesto querido también confirma mi propensión a sufrir esta enfermedad. Si algún equipo me convence, me emociona, me atrae con su estilo de juego, pueden contar conmigo. Si no lo hacen, me cuesta un mundo, llámese como se llame, el abanderar su causa. Por eso reconozco que en los últimos años, no he estado tan conectado al Madrid baloncestístico como en esta temporada. Allende el Atlántico fui de los Lakers mientras estuvieron guiados por esa máquina expendedora de alegría y gozo que fue Magic Johnson, pero no tuve ningún problema para hacerme de los Bulls de Michael Jordan. No era una cuestión de ir de campeón a campeón, porque tambien fui seguidor momentáneo de unos Knicks con Rick Pitino, los vibrantes Phoenix Suns o los talentosos Sacramento Kings. El juego por encima del escudo. Otro herejía.

He ido al médico y cuando le he contado lo que me pasaba, el buen hombre se ha sorprendido. Creo que hasta ha utilizado el concepto "bicho raro". Me ha contado que mi comportamiento es muy sospechoso, sobre todo habiendo formado parte de un club que en su ADN no permite determinados reconocimientos. Yo le he respondido que me encontraba bien, que disfrutaba mucho e incluso que conocía algunas personas que tenían los mismos síntomas. Al final me ha recomendado la lectura de la Biblia Madridista, de Tomás Roncero, como guía de comportamiento y remedio infalible. Igual la pido a los Reyes Magos.

Posdata. Metidos en faena, por un momento he pensado que también era portador del síndrome del anti-Athletic, pues el día en el que el Barça nos pasó por encima en Valencia (Final de Copa de 2009, 4-1 y primer título de esta increíble racha culé) tampoco pude ni siquiera odiarles un ratito, por mucha decepción que supusiese el ahogarnos en la orilla despues de remar tanto en busca del triunfo en una competición de gran significado en el consciente y subconsciente de todos los del Botxo. He llamado a otro médico, este del mismo Bilbao y me ha tranquilizado diciendo que mis sospechas son infundadas. Eso sí, que me diese una vuelta por su consulta cuando eso me pase no con el Barça, sino con la Real Sociedad.


http://lacomunidad.elpais.com/baloncesto/2011/12/19/sindrome-antimadridista

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