Muy buen articulo aunque el problema está que con Wert ahora el Madrid va a profundizar en esas actitudes. En ese sentido la Copa es una liberación para VDB y los de Spanish Leadership porque ya tenemos una final menos en Mayo pero una preocupacion para Pep que siempre lo da todo en la Copa y lo paga en la Liga. Mou y FP diran lo mismo: lavado de cerebro. La Copa 2010 fue la mas importante del planeta. Si se gana es que somos los mejores y tenemos ya el doblete y vamos a por el triplete. Y si se pierde la Liga es mas importante
En cualquier caso el particulo hay que leerlo
Tenemos un problema
diciembre 23, 2011 6 Comments »Asumir una realidad dolorosa es difícil. Hacer ese mismo proceso de asimilación con una realidad que además de dolorosa, es humillante, es una tarea propia de titanes. Cuando un hecho incontestable se alza cual muro infranqueable delante de nuestro camino, se tienen dos opciones. O bien ignorarlo, rodearlo y volver a golpearte contra él una y otra vez, sin hallar una respuesta, o afrontarlo. Con la humildad propia de quien quiere, de verdad, superar sus propios límites. En ese punto se encuentra el madridismo. Desde el equipo, con Mourinho a la cabeza, hasta el último de los aficionados. Estamos ante un problema enquistado en lo más profundo de nuestra conciencia como entidad y colectivo, y obviarlo sería empezar a interiorizarlo. Y la interiorización conduce al complejo, y el complejo, inevitablemente, nos lleva a la inferioridad. Eso, como estamos comprobando, es el fin.
Un solo hombre, Guardiola, ha puesto en fila india todo lo que detestamos, y nos lo lleva inyectando en vena desde hace casi cuatro años. Un madridista odia la derrota por propia naturaleza. Está en nuestros genes querer ganar siempre, dominar y ser los mejores. Por encima de cualquier otra cosa, causa y concepto. El Barcelona de Guardiola nos ha colocado, por primera vez en la historia, de una manera muy prolongada no sólo por debajo suya, sino también nos ha engrilletado con una cadena de hierro y se complace en demostrar al mundo que son mejores que nosotros. Nunca nadie había vapuleado al Madrid tanto ni tantas veces en tan poco tiempo, ni jamás equipo alguno había frustrado tanto al madridismo hasta convertirnos en una institución impotente. Y en un equipo desquiciado. Empequeñecido. No sólo nos han vencido en el terreno de juego, sino también en el etéreo pero eficaz terreno de lo ideológico y propagandístico. Y sobre todo, en el plano psicológico. Nos han creado un trauma. Un lastre, una losa mental que no somos capaces de quitarnos de encima. A nosotros. Al mismísimo Real Madrid. Han hecho del rey de reyes orgulloso, altivo y feroz, un pelele dubitativo, temeroso y diminuto cuando ellos están enfrente. Guardiola nos ha inoculado el peor de los virus posibles: el miedo.
Ni siquiera Mourinho ha escapado al miedo. Cómo explicar si no el nervioso e incierto planteamiento del gran jefe de los banquillos el pasado sábado once de Diciembre. Pareciera como si el entrenador más confiado en su propio talento de cuantos existen, el mismo que había engrasado una máquina temible que durante quince partidos seguidos nos había demostrado a todos su temible poder, dudara de todo, de golpe, al atisbar la sombra del gran enemigo. Como si la campaña mediática que se ha encargado de deslegitimar la manera más eficaz conocida de jugarle a este Barcelona hubiera hecho temblar el criterio de un entrenador con fama de imperturbable. Algo inconcebible, pero real. Un tipo que en año y medio ha expulsado del templo a los mercaderes que corrompían y parasitaban al Madrid, sin pestañear, de repente cede ante la presión y ante la disyuntiva de cortocircuitar la media del demonio culé o salir alegremente a jugar a un juego en el que ellos son los mejores, se decanta por la posibilidad menos segura y observa, extrañamente paralizado, el resultante siniestro total.
Tal es el influjo del miedo. Para un madridista no hay nada más amargo que reconocer una inferioridad tan lacerante. Durante años, a pesar de saberse menos que otros contrincantes de mayor postín, hubo jugadores que hinchaban el pecho de orgullo y se agrandaban al enfundarse la blanca, construyendo un Madrid campeón detrás de otro a base de una raza que terminó contagiando de aristocrática nobleza a la afición, fabricando una imagen de imbatilidad que hoy, Guardiola, no se cansa de zarandear. Nunca el rey estuvo tanto tiempo sin corona y de rodillas ante nadie, pero este Barcelona irreal, artificial, sacado de la Playstation y sostenido por jugadores indestructibles, perfectos, que además exudan agua bendita, nos ha puesto a todos los madridistas de bruces ante lo que siempre creímos remoto e imposible: la derrota permanente. La frustración perpetua. El no poder. El no saber. El no ganar.
Esto no es ninguna tragedia. Tan sólo es una situación extraordinaria. Novedosa en la tradición madridista, a la que no hemos sabido, por ahora, meter mano. El pueblo vikingo se divide tumultoso en multitud de asambleas donde cada cual expone su teoría: trivote sí. Trivote no. Khedira. Lass a la horca. Xabi y Sahin. Mourinho no vale. O Mourinho o nadie. Todos al ataque. Ocho tíos colgando del larguero y a morder como perros. Matar a Messi. Fichar a Iniesta. Las drogas. Platini. Clonar a Pepe. Que somos el Madrid. Que nos estamos atletizando. Etcétera. Estamos ante un problema que sólo se soluciona afrontándolo sin prejuicios, ni complejos. El pasado no cuenta. No ahora, y no ante un rival que lleva paseándose ante nosotros demasiado tiempo con total impunidad. El Bernabéu ya no impresiona a nadie y menos a quien se ha hartado de ganar en él, perdiéndole todo el respeto. La leyenda sólo sirve para adornar victorias ajenas, otorgándoles un lustre adicional. Guardiola tiene en el salón de su casa, colgada igual que una cabeza de ciervo, nuestra mitología. Encima de la chimenea. Somos su trofeo de caza mayor.
Sólo aceptando sin tapujos que estamos en este punto exacto, podremos comenzar a ganarles. Esto no significa interiorizar nada: significa asumir la realidad. Tenemos un trauma y hay que eliminarlo. Para ello hay que hacer todo lo que sea necesario hacer. Eso incluye mirarnos al ombligo y reconocer que ahora no somos los mejores. Si queremos volver a serlo, tenemos que olvidarnos de todas las fantasías y excusas que nos impiden avanzar. Volvemos al día después del 5-0, pero con un año más, muchas cicatrices y un rally de Clásicos donde encontramos un camino que parece que hemos olvidado. Tenemos un equipo que se colapsa contra el Barcelona y un cirujano que, a pesar de ser el único capaz de extirpar el mal, divaga experimentando justo en el momento en que hay que tenerlo todo absolutamente bajo control, entrenado y listo.
¿Estaís dispuestos a hacerlo, madridistas?
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