viernes, 15 de julio de 2011

Video editorial de leadership humilde Ángel María Villar: "Un año después del Mundial, los ecos del éxito siguen vivos"




Gracias África. España Campeona del Mundo: Àngel María Villar humildad y liderazgo.

http://www.youtube.com/watch?v=1CZ5eO6fCs0

Chapeau para Ángel incluyendo la referencia a la perseverancia

Ángel María Villar: "Un año después del Mundial, los ecos del éxito siguen vivos"

RFEF - 06-07-2011

El Presidente de la Real Federación Española de Fútbol fue el encargado, con su discurso anual, de abrir la Asamblea General 2011 de la RFEF, tras la palabras del Secretario de Estado para el Deporte, Albert Soler, que agradeció el Presidente, y de dar la bienvenida a su casa al nuevo alcalde de Las Rozas.

Quisiera en primer lugar tener una referencia a las palabras del Secretario del Estado: le agradezco su presencia, y también sus palabras. Todos los que estamos aquí somos una gran familia y gracias a la crítica, mejoramos, aprendemos. Hoy las palabras del Secretario han sido de alabanza. Al margen de los problemas económicos, nos ha felicitado a todos ustedes, y nosotros, a todos los compartimentos del mundo del fútbol, como son la Liga, la AFE, etc… Han sido palabras con un nuevo talante, o diferente. Por ello estaba feliz, y ahora lo estoy más, porque hemos tenido éxitos deportivos y económicos esta temporada.

Quiero tener unas palabras para el nuevo alcalde de Las Rozas, que está hoy con nosotros. Quiero recordar a don Bonifacio, que lo único que nos ha hecho es bien. Le felicito por ganar las elecciones. Que sepa que este lugar es su casa, y que deseamos de todo corazón que tenga una gran gestión en su actividad como alcalde. Estoy seguro de que lo hará muy bien. Bienvenido a su casa, José Ignacio.


Discurso íntegro del Presidente Ángel María Villar

Tal día como hoy, va para un año ya, señores asambleistas, el fútbol español se hallaba felizmente abocado a un acontecimiento que nunca antes habíamos vivido. La selección iba a enfrentarse a Alemania en semifinales del Mundial, en busca de un puesto en la final de Sudáfrica 2010. Teníamos fundadas y comprensibles esperanzas de éxito. El equipo había demostrado  calidad y carácter en los encuentros previos, superando incluso el traspié inicial ante Suiza. Las ilusiones que albergábamos no eran exageradas, ni injustificadas. Tampoco eran un acto de soberbia. Nunca hemos querido movernos por esos campos, que suelen ser sumamente resbaladizos. Creíamos en la selección, lisa y llanamente, por lo que habíamos visto. Como ganaba sucesivamente a Honduras, Chile, Portugal y Paraguay. Ninguno de esos partidos fue fácil. En todos hubo riesgos. Pero lo que quedaba era aún más difícil.

El 7 de julio de 2010 alcanzamos a tocar el puerto de la gran final, después de una larguísima travesía desde 1934 en la que no habíamos conseguido los objetivos que nuestro fútbol perseguía. Derrotamos a Alemania y nos metimos en la final ansiada. Cuatro días más tarde la disputamos y la ganamos frente a Holanda. Lo que hasta entonces había sido un gran sueño se convirtió en realidad. Aquella noche fuimos felices los que estuvimos en Sudáfrica y, con nosotros, lo fueron los millones de españoles que siguieron el partido. Nunca podremos olvidar el esfuerzo de aquellos jugadores y de sus responsables, de los autores materiales de la gesta, que produjo una explosión de júbilo como nunca se había conocido. Un año después, los ecos de ese gran éxito no solo no se han apagado, sino que siguen más vivos que nunca. Estamos a punto de cumplir un año como campeones del mundo y hemos querido rememorarlo y celebrarlo con el Libro del Mundial que les hemos entregado a todos. Un Libro que es un auténtico escaparate de lo que vivimos y disfrutamos en Sudáfrica.

La Copa del Mundo 2010 se ha convertido en un suceso inolvidable. Ha recorrido España en triunfo, ha sido agasajada y ha provocado, además, una comprensible riada de honores, que han llegado a la RFEF, a la selección y a Vicente del Bosque, y que celebramos por lo que suponen de reconocimiento de un grupo soberbio de jugadores. Son títulos que nos honran, homenajes que siempre luciremos con gran satisfacción y orgullo: el Príncipe de Asturias, la Copa Barón de Güell, las medallas del Instituto Reina Sofía, el Laureus, la Gran Cruz del 2 de mayo, la Placa Olímpica, el Premio de la Agrupación de Periodistas Deportivos, Excelencia en el Deporte, distinciones de las comunidades autónomas y ayuntamientos, el marquesado a nuestro seleccionador e infinidad de otros en lo que es una clara e incontestable demostración de sinceridad, generosidad y cariño, que agradecemos a todos profundamente. Asimismo, un numeroso grupo de internacionales, 300, homenajearon a los campeones del mundo en un acto entrañable que nos emocionó y que contó con la presencia del presidente de la FIFA, Joseph Blatter, que en ese acto nos entregó la escarapela FIFA como campeones del mundo que luciremos los próximos cuatro años.

Un año más tarde, hoy, nuestro fútbol continúa en lo más alto y hemos de felicitarnos por ello. No lo hacemos desde la vanidad. No es ése uno de nuestros pecados. Sabemos dónde nos encontramos, quiénes son nuestros adversarios, cuáles son los peligros que nos acechan. Conocemos los riesgos que corremos, los obstáculos que debemos superar y los incentivos que animan a todos los que se enfrentan al campeón. Defendemos y abanderamos una lección que el tiempo nos ha enseñado. Nada se consigue a partir del orgullo mal entendido. Los triunfos les están vedados a los indolentes. Están condenados al fracaso los que no son humildes. Las victorias no se logran sin sacrificio, esfuerzo y perseverancia. Aprendimos de ello en nuestro tiempo de derrotas. Pero, también, en los días de gloria. Éstos.

Han transcurrido 12 meses desde la noche mágica del espléndido Soccer City de Johannesburgo, parada final de un Mundial insuperable en un país maravilloso. Y, sin embargo, en nuestras retinas permanecen indelebles las imágenes de ese día. Ni hemos querido ni debemos olvidarlas, porque ésa noche puso la guinda a 90 años de selección nacional. Echamos a andar en la Olimpiada de Amberes en 1920 y seguimos haciéndolo, acompañados en nuestro viaje ahora por la cara feliz del triunfo. Somos campeones de Europa 2008 y campeones del mundo 2010 y, permítaseme la expresión, cabalgamos raudos hacia la clasificación para la Eurocopa 2012, en la que aspiramos a defender con honor y a intentar renovar el título continental.

España es desde casi tres años líder del ranking FIFA y cuando lo comprobamos cada mes parece como si no le diéramos importancia. A este carro hemos subido este año magníficos resultados en las selecciones "sub 21", "sub 20", que pronto luchará por lo mejor en el Campeonato del Mundo que se celebrará en Colombia, la "sub 19" y "sub 17" masculinas, los de la "sub 16" y "sub 17" femeninas, los tantas veces repetido del fútbol sala y la femenina absoluta, los del fútbol playa…Hemos convertido triunfos antes inalcanzables en una costumbre, pero de la costumbre no haremos un vicio. Aquí, señores asambleístas, nadie regala nada.

El 28 de agosto de 1920, una selección española, la primera de la historia, echó a andar. Ése día, España venció a Dinamarca en su debut internacional. Disputábamos la Olimpiada de Amberes. La derrota el día 29 ante Bélgica no impidió que la selección lograse la medalla de plata, tras vencer, sucesivamente, a Suecia, Italia y Holanda. El pasado 25 de junio, otra, lejana heredera de aquella en la que formaron glorias de nuestro fútbol como Zamora y Samitier, como Pichichi y Sesúmaga, como Vallana y  tantos otros, consiguió el campeonato de Europa y su clasificación para los Juegos 2012, territorio amigo en el que hemos ganado el oro en los Juegos de Barcelona 92, la plata ya dicha en Amberes 1920 y en Sidney 2000. No puedo por menos que felicitar a los jugadores, técnicos y directivos que lo han hecho posible y agradecer a Fernando Hierro su labor durante un año. Por cierto, nos habían acusado de no preocuparnos por el torneo olímpico: los hechos califican la realidad. 

El curso 2010/11 ha sido espléndido para el fútbol español, que ha cerrado un ejercicio impecable en el que la hegemonía de los nuestros resulta terminante. El FC Barcelona ha sumado a la Champions League, la Liga y antes que esta la Supercopa de España, y equipos de sus secciones todos los títulos: tres en fútbol sala, la Liga, la Copa de la Liga Nacional de Fútbol Sala, la Copa del Rey la Copa de Campeones de juveniles y la Copa de la Reina. Hemos de reconocer que este impecable ejercicio de altísimo rendimiento no es casual. Y estamos en la obligación de admitirlo como, también, el espléndido nivel del Real Madrid, que ganó la final de la Copa de Su Majestad el Rey, tam bien organizada, por cierto, por Valencia, y el del Atlético de Madrid, que obtuvo brillantemente la Supercopa de Europa. Entre todos gestaron mucho de lo mejor del fútbol de clubes que se ha visto en este ejercicio. Éste es, también, un tiempo espléndido para los que han ascendido a Primera y a otras divisiones, para el Unión Deportiva Puertollano, que ganó la Copa de la RFEF y de tristeza para los que no lo han logrado o han descendido. Aquella enorme satisfacción es extensible a los campeones de otras competiciones, tanto a nivel de clubes como de selecciones territoriales. Quiero expresarles a todos mi más sincera felicitación.

Vivimos tiempos duros. Algunos de los que han alcanzado sus objetivos han tenido que hacerlo sufriendo más que nunca. A lo difícil que es ganar han debido añadir graves penurias materiales. El Real Betis, el Rayo Vallecano y el Granada son la prueba de ello y la demostración de que el dinero no asegura la felicidad. Ese lado amargo ha encontrado réplica en el valor, la entereza y la enorme honestidad profesional de los jugadores para superarlo y en la respuesta efectiva a cuántos problemas se suscitan a diario por nuestros dirigentes, algo que no es posible discutir y que se halla en el origen de la larga racha triunfal que atravesamos. Hago manifestación pública hoy de lo mismo que cada año: recordar y reforzar el convencimiento de que sin ellos no seríamos lo que somos. Y este es el  foro en el que quiero decirlo.

Esta Casa, su Casa, la RFEF tampoco sería la misma si no contáramos con la contribución de los que creen en nosotros y esta Asamblea, ustedes, se encuentra entre ellos. Son su punto de apoyo. La Asamblea General es el máximo representante de nuestro fútbol y su soberanía está retratada en todos y cada uno de los asambleístas, depositarios del derecho inalienable al voto, a respaldar o no nuestras decisiones. Su protagonismo tiene, por tanto, extraordinaria importancia porque delimita y decide aquello que podemos y lo que no podemos hacer, algo que siempre hemos respetado escrupulosamente. Desde la libertad, que es algo irrenunciable y en lo que la RFEF cree a pies juntillas. Y lo que defiende.

El fútbol ha alcanzado unos enormes niveles de difusión. Hemos llegado a dónde nunca pensamos que llegaríamos. Hace tiempo que trascendió lo puramente deportivo para convertirse en un suceso de importancia social indiscutible. El Mundial de la unidad lo demuestra. Y es formidable que eso haya sucedido. No podemos poner vallas a las ilusiones, ni límites a un fenómeno mundial que no se reduce a lo que ocurre en un campo de juego durante 90 minutos. Hemos de aceptar y asumir el gigantismo de nuestro deporte, pero no sería malo, quizás, reflexionar sobre la tendencia natural, comprensible y, desde luego, legítima, de quienes marcan cada vez más grandes diferencias entre unos y otros Tienen derecho a ello, pero nunca será desaconsejable que aceptemos que desde el equilibrio se despierta y alimenta la pasión por este maravilloso fútbol en el que vivimos. Entendemos, pues, que se deberían estudiar medidas económicas o deportivas, o ambas a la vez, para conseguirlo, porque las grandes desigualdades pueden llegar a causar agravios no deseados. 

Una de las prioridades para que el fútbol siga creciendo consiste en protegerlo de aquellos que tratan de perturbarlo. El fútbol creativo ha de ser reforzado en la medida que contribuye a mejorar la calidad del espectáculo y es esencial en ese sentido la salvaguarda de su dinámica. En esos parámetros hemos de movernos. Hemos aprobado tipificaciones con sanciones duras en el Reglamento Disciplinario de la RFEF precisamente en tal aspecto, para defender el juego, que es nuestro deporte. Todo cuanto signifique sumar debe contar con nuestra ayuda. No podemos permitir que los partidos sean interrumpidos con lanzamiento de balones u otros objetos desde la grada,  las bandas y los banquillos o con retrasos en su puesta en juego, tanto al iniciarlo como tras el descanso. Seguiremos luchando y trabajando para hacer del fútbol algo mucho mejor y ésa es, también, una responsabilidades de las autoridades, que siempre han de velar por un deporte al que las mejoras lleguen no de forma acotada, sino general.

Alabamos y agradecemos la preocupación de ciertas instituciones en todos aquellos aspectos en los que nos puedan ayudar, pero insistimos y llamamos la atención sobre la necesidad de que sean tratados de forma global y no parcial, porque en el fútbol no hay compartimentos estancos, todos están comunicados, e incluyen a su vez en el resto. Quiero llamar la atención en este punto al deseable, y necesario, estado de confianza y mutua comprensión que hemos de perseguir para que nuestro fútbol se desarrolle sin crispaciones pues solo desde el entendimiento conseguiremos que mejore. Hemos de lograr que las diferencias no alcancen cotas indeseadas y perjudiciales para todos; que las competiciones se inicien sin contratiempos y demoras; hemos de eliminar, en fin, lo que nos separa y evitar que órganos ajenos y terceras personas tomen decisiones que deberían ser nuestras y causen daño a este deporte como las que hace un año, y por dos veces, a punto estuvieron de concluir con un paro de la competición. Confío en que los que tenemos esa gran responsabilidad lo consigamos.

Hemos vivido este ejercicio un auge de nuestro fútbol y de él han sido partícipes los directivos que lo gestionan, los jugadores, los entrenadores, los árbitros, como siempre en primera línea y siempre en silencio frente a los ataques, los aficionados y los empleados de esta Casa, encabezados por su secretario general, y, también, los empleados de las federaciones autonómicas, además de todas las personas que trabajan desinteresadamente con nosotros. Uno de los nuestros, Velasco Carballo, dirigió la final de la Europa League, rúbrica a un año soberbio del colectivo arbitral, tanto a nivel nacional como internacional y es un deber que lo recordemos en esta Asamblea. Les felicito por ello como a Xavi e Iniesta, que fueron elegidos segundo y tercer mejor jugador FIFA del año y que Vicente del Bosque y Pep Guardiola alcanzaran lo más alto entre los de su clase. En este ejercicio luchamos con capacidad, calidad y un excelente proyecto por la designación del Mundial 2018 que no ganamos, porque teníamos rivales muy poderosos y porque nadie asegura el triunfo permanente. Felicito por su éxito a Rusia y a Qatar. Éste curso ha sido el de la reelección de Joseph S Blatter como presidente de FIFA hasta 2015, de Michel Platini en la presidencia de UEFA y de Nicolás Leoz, en la de Conmebol, a los que felicito y cuyo éxito celebramos, y en el que he disfrutado de la inmensa fortuna de gozar de la confianza de los electores de UEFA, renovándome como vicepresidente de ésta y de la FIFA.

Nadie podrá privarnos del derecho adquirido a decir que somos felices. Lo somos. Desde la seguridad de que nos sostiene en ella haberla alcanzado en buena lid, a base de buen juego y con nobleza, y tras realizar un largo e intenso trabajo. Felices después de dedicarle muchas horas al fútbol, ciertamente seguros de que lo que hacíamos era lo mejor que podíamos y de que tan solo así sería posible que esta mañana de primeros de julio, un año casi justo después de ganar el Mundial, proclamemos que el curso 2010/2011 ha concluido con la mejor de las notas posibles. Hemos conseguido lo que pretendíamos desde la perseverancia, que, como decía el escritor y poeta italiano Arturo Graf, "es la virtud gracias a la cual todas las demás dan su fruto". Hemos sido de los primeros de clase, pero, insisto, sepan que lo que hemos alcanzado no habría sido posible sin su concurso y presencia; sin sus horas de esfuerzo y capacidad; sin su callada tarea, que es todo un grito de efectividad. Ustedes, señores, han sido de los primeros de clase. Han hecho un gran trabajo. Tenemos un futuro esperanzador Les agradezco sinceramente su colaboración.

Muchas gracias.              


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